En el Acto de Aniversario del Colegio Santa Bárbara, recibí un galardón en reconocimiento por diez años de servicio. Para los aficionados al tango, el verso “que veinte años es nada” puede tener sentido; pero, en educación y en un colegio, diez años es muchísimo.
Recuerdo que cuando llegué a nuestro colegio, se acababa de entregar el pabellón que hoy alberga al segundo ciclo de Enseñanza Básica. El patio era de tierra y en lo que hoy es nuestro estacionamiento, se encontraba un sitio eriazo en el que se formaba un barrial. Con los años, el barro desapareció y el cemento cubrió la tierra, se incorporaron los pabellones de Pre Básica y el de Enseñanza Media y nuestro colegio creció siendo, principalmente, un lugar de acogida para niños y adolescentes que no tenían cabida en otros colegios de la comuna.
Hace tres años, el colegio asumió un nuevo gran desafío al enfocar su quehacer en lo académico. Sin dejar de ser un colegio que brinda nuevas oportunidades, ahora, debemos lograr buenos resultados en mediciones a nivel nacional. Nuestro desafío es que cada uno de nuestros alumnos sienta que puede cambiar su futuro en forma positiva y enfrentar al mundo en el que le toca vivir con seguridad y optimismo.
La educación debe favorecer la movilidad social. Esto quiere decir, que la educación debe permitir que las personas accedan a una mejor calidad de vida. Sin embargo, existen suficientes evidencias como para afirmar que sólo podremos lograrlo, si en los colegios cada uno de los niños y adolescentes que se educan, se sienten seguros y tranquilos.
Este último aspecto, se ha convertido en una piedra de tope para los colegios de nuestro país. En una sociedad en que los golpes parecen ser más importantes que las palabras y el “hacerse respetar” parece ser sinónimo de ser violento, el educar en la no violencia es el más ambicioso de todos los objetivos que un colegio se pueda proponer. En eso estamos. Ayudando a nuestros alumnos a encontrar nuevas formas de resolver sus conflictos para caminar en paz por sus propias vidas.
A cada uno de los padres y apoderados de nuestro colegio, le corresponde enseñar desde el hogar, que es igual de importante “hacerse respetar” de una forma no violenta que respetar a los demás. Los niños que crecen conociendo sus derechos y también sus deberes, tendrán un camino más fácil a la adultez y a su propia felicidad.
Diez años han pasado desde que empecé a trabajar en este colegio. He visto crecer la institución y enfrentar nuevos desafíos. Sigo creyendo que ser profesora es un privilegio.
Paulina Mutizábal Mabán
Profesora de Música
Orientadora